Con Raúl siempre hubo “chicha” desde el principio.

En la boda, él era de esos novios muy participativos, con carácter, que necesitaban su espacio en la historia:

“Yo también soy importante, yo también quiero salir, quiero estar igual que Nuria.”

Y claro, yo suelo explicar que la protagonista absoluta del día es la novia… y a ti, novio, te retratamos lo mejor posible, pero el foco es ella.
Con Raúl eso fue un pequeño punto de fricción. Nada grave, pero sí de esos choques que recuerdas porque marcan cómo empieza la relación.

Ocho años después, me encuentro a un Raúl muy distinto.

Hablamos de su vida:
de cuando era entrenador de caballos, de aquel proyecto de tienda online de ropa, y de en qué está ahora, haciendo transfers para camisetas y material personalizado para empresas, con local en Alaquás y dándole forma a una identidad propia.

Y en la sesión de estudio ya no era “Raúl, el protagonista”.
Era el padre que prepara la merienda, que mira a los niños corretear, que observa a su familia casi desde fuera, protegiendo la manada y disfrutando del espectáculo sin necesidad de estar en primer plano todo el tiempo.

Se reía, incluso, de ese Raúl de hace ocho años. Y ahí entiendes que la gente cambia. Mucho.

Mientras estábamos en el estudio, hubo un pequeño momento raro: se acercaron a un expositor donde había fotos de otra novia, Mar, de julio de 2025.

Y, claro, al ver ese trabajo, mi cabeza se fue directa a una comparación silenciosa:

“El producto que entregaba hace 8 años no tiene nada que ver con el de ahora.”

Por un segundo me pasó por la cabeza algo tan extremo como querer disculparme:

“Oye, casi que te debería regalar esta sesión porque siento que te debo algo, viendo lo que hago hoy y lo que te entregué entonces.”

Evidentemente, no lo dije.
Son épocas distintas, momentos distintos, y una evolución natural como fotógrafo. Lo que entregué en 2018 era honesto y sólido para ese momento. Lo de ahora es el resultado de todos estos años más de experiencia, prueba y error, bodas, familias y vidas que han pasado por delante de la cámara.

Pero esa sensación está ahí: ver tu propia evolución reflejada en clientes que repiten te coloca en tu sitio.

Cuando una pareja de boda vuelve años después con sus hijos, no es solo “otro trabajo”.

Es la prueba de que:

• No fuiste un proveedor de un día, sino alguien que se ha quedado en su historia.

• Tus fotos de boda no fueron un producto suelto, sino el primer capítulo de algo más largo.

• Tu trabajo cambia, ellos cambian y, aun así, sigue habiendo un punto de conexión.

Con Raúl y Nuria, la sesión de ayer fue eso: unos niños correteando, un padre más tranquilo, una madre disfrutando del momento y yo, detrás de la cámara, viendo todo ese viaje comprimido en una hora de sesión.

Son sesiones que me recuerdan por qué hago esto.
Entro un rato en la vida de las personas, las veo crecer, me dejan contar su historia en distintos capítulos y luego cada uno sigue su camino… hasta la próxima vez que nos volvamos a cruzar.

Un abrazo,
Israel — Va de Novias