Salones San Patricio — 04·10·2025
Diez años de amistad. Un “sí” valiente. Un hogar en común.
Nosotros empezamos el día en Manises, en el piso de Celia. Ventanas abiertas, luz blanca y ese silencio que suena a nervios bonitos. Mientras colocábamos los anillos y el ramo para las primeras fotos, ella dijo bajito: “hoy todo encaja”. Y lo sentimos también. Para nosotros, como fotógrafo de bodas en Valencia, los preparativos son donde empieza el latido del reportaje de boda.
En el espacio de bodas San Patricio (Alginet), el amigo-oficiante Pablo marcó el tono desde la primera frase: “El amor se elige cada día.” Ese “elegirse” iluminó toda la ceremonia. Sabíamos que Celia y Rubén venían de lejos: MSN, amigos en común y diez años de amistad antes de ser pareja. Tal vez por eso sus miradas tenían esa calma de quien llega a casa.
Las palabras de los suyos fueron puro hilo conductor. Marta abrió el cajón de los recuerdos: cortijo fest, birras en la terraza, bromas que aligeran cualquier mochila. Mientras la escuchábamos, enfocamos esas manos entrelazadas que dicen “estamos en esto juntos”.
Luego llegó el turno del primo Toni y la ceremonia se llenó de risas con su “kit de supervivencia”: una Game Boy, un bote de fabada y un biberón con cazalla “para las noches que cueste dormir”. Disparamos justo cuando la risa de Celia se le escapó por los ojos; son esas fotos que más tarde te devuelven el sonido.
Carmen nos paseó por su mapa compartido: Jardines, los cafés del Alcaide, noches que se recuerdan con risa y con voz firme un consejo que nos parece oro para cualquier pareja: comunicación, respeto y paciencia. Lo fotografiamos como lo vivimos: pegados a la emoción, sin interferir, buscando ese lenguaje corporal que cuentan los reportajes de boda más sinceros.
La música también fue testigo. La prima Lara Taylor cantó “Me quedo contigo” y el jardín tarareó a media voz; entre pampas, trigo y lavanda, el viento movía el altar de fotos de los que siempre están. En nuestras cámaras queda la textura de ese instante: piel de gallina, ojos brillando, un aplauso que tarda en terminar.
Y entonces, los votos.
Él: “Si volviera a nacer, volvería a buscarte… y aunque estalle una guerra, estaré en la trinchera contigo.” Disparamos en silencio; la promesa pesaba bonito.
Ella: “Eres mi hogar, incluso bajo una tienda de campaña. Seré silencio si lo prefieres; tus heridas serán las mías.” Dos lágrimas, una sonrisa y un “te quiero” que no necesitó micro.
Salimos de San Patricio con la sensación de haber estado dentro de su historia. De haber escuchado y sentido cada detalle. Eso buscamos siempre como fotógrafo de bodas: fotografía de boda natural y espontánea, sin poses que rompan lo verdadero; un reportaje de boda que, dentro de unos años, os devuelva el sonido de esas risas y el peso de ese abrazo. Y sí, San Patricio es de esos espacios y “masías de bodas” en Valencia que piden contar la luz y el aire con un punto cinematográfico, justo como a ellos les gusta.
