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Reportaje de boda en Masía Las Estrellas: lluvia, abrazos y verdad
Cristina & Enrique | 09 Octubre del 2025

Este reportaje de boda es un ejemplo de nuestro trabajo como fotógrafos y videógrafos en Masía de las Estrellas. Puedes explorar otros lugares en nuestra guía completa de masías en Valencia.

La mañana empezó en La Eliana, en el chalet de sus padres. Dentro, calor de casa: la abuela, la madre, las dos hermanas. Fuera, lluvia fina batiendo los árboles. Ella se vistió despacio, sin nervios forzados, con esa calma de quien sabe que lo importante ya está. Llegaron los tíos, hermanos del padre, y la casa se llenó de voces, de bromas, de manos ayudando con los últimos detalles. Mientras ajustábamos la luz de la habitación, él —el padre— bromeaba y miraba por la ventana: estaba preocupado por su coche clásico. Había hecho un pequeño “remedio” para que todos los cilindros llegaran vivos a la ceremonia. Lo dijo medio en serio, medio en broma, como quien protege un tesoro. Más tarde, ya en la fiesta, nos confesaría su mayor miedo: que algún día esos coches “acaben a saldo en el desguace”. Son de los suyos, y eso también cuenta.
Llovía cuando llegamos a Monte Olivete, al lado de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Desembarcamos a correprisa, montamos equipo en minutos y nos pegamos al ritmo del día. El novio decidió no grabar sus preparativos. Por intimidad. Lo respetamos. Porque la fotografía de bodas también es saber cuándo apartarse. La novia llegó con su padre en el clásico. Charcos en el asfalto, paraguas alineados en la entrada. Dentro, silencio de los buenos.
La ceremonia puso a todos en el mismo lugar.El sacerdote no habló “en general”; les habló a ellos, por su nombre, con lo que había conocido de su historia. Recordó ese 20 de octubre que les cambió la vida y cómo, desde hace seis años, comparten el día a día: “vosotros es en el día a día… donde sabéis ser felices” Sonrió al mencionar aquel primer gesto en redes —“reaccionaste con una llamita… y te salió bien la llamita, porque aquí estáis los dos” , y aterrizó en lo esencial: “ella es todo lo que tú habías imaginado… te da calma, te da paz; la reconoces como una buena persona”. Cerró con una brújula para siempre: “hablaros mucho al corazón… lo más importante: que esto no lo separe nadie, ni vosotros… que vuestras sonrisas, vuestras miradas… sea para siempre”.

Hubo palabras que se quedan: “Hablaros mucho al corazón… seguid mirándoos… lo más importante: que esto no lo separe nadie, ni vosotros.” Las anotamos mentalmente, porque en días como este marcan el tono de todo. Y entonces pasó lo inesperado: nada más terminar la misa, paró de llover. Como si alguien hubiera dado tregua. Tuvimos ese hueco perfecto para salir, respirar y abrazar la luz.
Con el cielo abierto, nos fuimos hacia Masía Las Estrellas. Valencia entera parecía de estreno. La explanada del campo de golf nos regaló media hora de paseo con ellos dos. Sin poses. Pasos cortos, susurros, la mano que aprieta un poco más. Ahí la fotografía de bodas y el vídeo de bodas se vuelven memoria: ritmo lento, espacio para mirarse, silencios que cuentan. Masía Las Estrellas tiene ese algo: te deja estar. Lo notamos cada vez que volvemos.
El cóctel fue dentro, por prudencia con la lluvia. Risas, brindis, familia muy cerca. Y luego, una entrada al salón distinta: por mesas, con canciones, los invitados entrando bailando mientras ellos esperaban dentro. Fue un acierto. Quitó vergüenzas, encendió la energía y nos regaló una secuencia de retratos festivos que hoy son puro tesoro. Pocas entregas y en petit comité: nada estridente, todo en su sitio. El foco estaba en la gente.
Los discursos subieron la emoción sin forzarla. Checho amigo del novios dijo, el de la “memoria de elefante”, dejó caer una frase que retrató a Kike desde niño: “Kike era ese niño perfecto que toda madre quería tener.” Y añadió —para explicar al de ahora—: “Kike tiene una sensibilidad especial para entender su entorno… y para identificar en el resto los valores y el talento que tiene cada uno.” Jorge entró con humor del bueno y dijo lo que todos pensaban: “Cualquier plan es mil veces mejor si estás presente.” En nuestra cámara, esas palabras tienen gesto: espaldas que se inclinan para escuchar, ojos brillando, manos que golpean la mesa al reír.

También habló el novio. Miró a su padre y no dio rodeos: “Papá, eres un ejemplo de vida para mí… trabajador, luchador y leal. Te admiro mucho y te querré todos los días de mi vida." Hubo un abrazo corto, definitivo. La clase de instante que dura un segundo y pesa para siempre. Después nombró a su madre con la precisión de quien sabe lo que le sostiene: “Ella es mi paz, mi confianza y mi hogar. La raíz desde la cual crece todo.” A los dos lados de la mesa, las servilletas subieron sin disimulo.

Quedaban los suyos. Primos, tías y esa mesa dos que aplaudía con ganas. “Poneros de pie… os estaré eternamente agradecido.” Y un recuerdo que vale por un álbum entero: “A mi tía no le voy a pedir que se levante, pues ella vive de pie en mi corazón todos los días de mi vida.” La sala se quedó quieta. En el visor, vimos a Cristina morderse el labio y asentir muy despacio.
El baile fue corto —un minuto—, justo lo necesario para abrir la pista y soltar el cuerpo. A partir de ahí, fiesta de las que se recuerdan. Nosotros echamos a andar el fotocon con impresión al momento, y cada invitado se llevó su foto como obsequio. Pequeños recuerdos que ya son parte de la historia. Al despedirnos, cayó otra vez una llovizna fina. Eran las ocho y poco. Todo había encajado.
Si tuviéramos que definir este día, diríamos esto: la verdad manda. Lluvia que respeta, un coche clásico que llega, una entrada al salón que convierte a los invitados en protagonistas, discursos que te devuelven a la infancia y te ponen en el presente. Y un lugar —Masía Las Estrellas— que se convierte en escenario y hogar a la vez. Para nosotros, este reportaje confirma por qué elegimos mirar así: sin sobresalto, con respeto, preparados para lo que ocurre entre palabra y palabra. Porque la fotografía de bodas y el vídeo de bodas, cuando son de verdad, no buscan la pose: cuidan lo irrepetible.

Quizá por eso la homilía sigue resonando mientras editamos: “Que vuestras sonrisas, vuestras miradas… todo lo que os hacéis crecer el uno al otro sea para siempre.” —sacerdote, homilía. Lo vemos claro en cada toma de pareja por el campo de golf, en cada abrazo del cóctel, en cada entrada bailada al salón. Y nos gusta pensar que cuando vuelvan a estas imágenes, volverán también el rumor de la lluvia, la tregua al salir de la iglesia, la risa fácil de los suyos, ese abrazo de un segundo. Para volver a este día cuando lo necesiten, ahí quedarán las fotografías y el vídeo.

Un abrazo,
Israel — Va de Novias

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