boda en Finca Calderón
Mar & Juan Carlos | 19 Julioe del 2025
Mar & Juan Carlos | 19 Julioe del 2025
Una fiesta que sonó a verdad: viajes, motos, canciones y promesas que se riegan a diario.
Entrar en Finca Calderón aquel día fue entrar en un lugar que ya sabía la historia de la pareja: la de dos chavales que se encontraron en un local, que sobrevivieron a erasmus, kilómetros y mudanzas, y que hicieron del viaje su idioma. No buscaban montar una imagen perfecta; querían convocar a la gente que los conocía de verdad y dejar que fueran ellas las que contaran por qué aquello merecía celebrarse.
La ceremonia no fue un discurso académico; fue una sucesión de voces que explicaron a Mar y a Juan Carlos sin florituras. Hubo anécdotas que provocaron risas —“ese WhatsApp con un punto que acabó por ser un ‘nosotros’” — y relatos que agarraban la garganta: el hermano de la novia recordando cómo, desde niña, Mar la cuidó y la hizo sentirse regalo; las primas de Juna Carlos nombrando contraseñas simpáticas que, en el fondo, solo confirmaban lo obvio: Mar siempre fue la persona favorita. Cada intervención construyó el retrato de una pareja que no se improvisó: se fue tejiendo con viajes, pistas de esquí, Erasmus, motos y noches de charla.
Hubo metáforas que funcionaron como mapas emocionales. Héctor tiró del Principito para hablar de “la rosa” que necesita cuidados: no era un gesto cursi, era una confesión en voz alta de la práctica del amor —regar, mirar, no darlo por hecho. Y la idea volvió a aparecer en diferentes gestos de la ceremonia: el ritual de las semillas / la mezcla de tierras para plantar un olivo fue el punto físico que dejó claro lo simbólico: unir raíces, plantar algo que se ha de cuidar.
Los votos se dijeron como quien nombra cosas cotidianas con absoluta entrega. Juan Carlos habló de noches, de bicicletas, de Olimpos subidos a pulso; habló de rutas en moto por Tailandia y de Cabo Norte, y cerró con la sencillez de quien no necesita épica: “Te quiero, siempre estaré para lo que necesites… con todo mi corazón”. Mar le devolvió esa verdad en primera persona: “Eres mi motor, mi gasolina… te quiero hoy, te quise ayer, te querré mañana y te querré siempre.” Frases que no buscan titulares, buscan sostener el día a día.
La pedida en Noruega —un “sí” entre fiordos— aparece en la memoria de la sala porque resume cómo viven: aventura tras aventura. Se arrodilló en Cabo Norte, le pidió matrimonio y a la historia le añadieron una fecha más, pero eso fue sólo un capítulo porque la relación de ellos siempre fue de muchos capítulos: Erasmus, mudanzas a Tarragona, viajes por Europa, esquí, buceo, motos hasta que las carreteras se hicieron mapa. La pedida no fue teatro; fue la traducción natural de una pareja que ya vivía junta la aventura.
Esto no fue solo un “sí, quiero”
Si estás buscando ideas para tus votos, inspiración para un discurso de bodas emotivo o palabras de amor para boda que suenen a verdad, escucha estas promesas sin prisa. Aquí no hay guion: hay memoria, camino y futuro. Porque cuando el amor se cuenta así, los votos de boda trascienden el día y se vuelven hogar.
Las voces alrededor fueron una parte esencial del relato. Desde las primas que recordaron juegos con el móvil y contraseñas llenas de cariño, hasta el hermano que llamó a Mar “mi hermaniza” con orgullo y algo de broma —todo ello formó el coro. Hubo humor, por supuesto: anécdotas míticas, chistes internos y esa ternura de quien conoce al otro desde los cinco años. Y también hubo emoción contenida: tíos y amigas hablando con esa mezcla de drama y cariño que sólo aparece cuando algo es de verdad.
Finca Calderón, con sus jardines y salas, se adaptó al pulso: fotos en blanco y negro para los abrazos que piden silencio, planos inmediatos para las risas en el photocall, y una mesa donde el banquete se convirtió en conversación prolongada. La gente no vino a posar; vino a contar. Y eso, como equipo que mira y graba, nos lo puso todo fácil: las imágenes no tuvieron que fingir lágrimas ni crear poses. Se dejaron llevar.
En la boda de Mar & Juan Carlos en Finca Calderón Enoresort (Requena) hicimos un baile sorpresa tipo megamix: primero bailaron los amigos de Juan Carlos mientras Mar estaba sentada, después respondieron las amigas… ¡y terminamos todos en la pista!
Si te casas en Requena y quieres un reportaje con alma, escríbeme. Fotografía de boda en Requena
Hubo pequeños rituales que, más que exotismo, fueron declaraciones prácticas: el olivo plantado con tierra de los lugares de la infancia, la pausa para recordar a los que ya no están, el guiño a la perra Kenya que no pudo venir y que fue nombrada como si fuera parte de la familia. Todo lo pequeño —un chiste, una contraseña, una canción— terminó por cargar la jornada de sentido.
Al final, lo que quedó fue la constatación: Mar y Juan Carlos se eligen cada día. No fue un cuento de un solo acto; fue la confirmación pública de lo que ya practicaban en privado: viajar, empujar, reír y construir. Ese “nosotros” que pronunciaron con anillos y rituales no pretendía encerrar nada; pretendía abrir un porvenir con sentido. Y la sala, llena de gente que habla sin guion, se convirtió en testigo y en coro.
Mar y Juan Carlos decidieron tirarse sin paracaídas… pero al corazón.
Abrimos con una caída libre (sí, hecha con IA) para contar lo que de verdad les define: vivir sin miedo, celebrar la vida y apretar fuerte la mano del otro cuando toca. De ahí, la fiesta que hizo temblar la pista y, después, silencio bonito: la ceremonia, miradas que hablan y un medallón en el ramo para que papá también estuviera.
La banda sonora es suya: un cover íntimo y un guiño a ABBA, porque a ella le hace vibrar. El final, como tenía que ser, con mamá y ese abrazo que te deja la piel de gallina. Aquí no hay poses: hay verdad.
Si hay una forma sencilla de decirlo: aquella boda en Finca Calderón no se recordará por una foto perfecta, sino por las pequeñas confesiones que quedaron en el aire —las que, dentro de años, nos devolverán exactamente al mismo olor de la tarde, al mismo ruido de llave y a las mismas manos que se encargan de regar la rosa.
Un abrazo,
Israel — Va de Novias
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