Fotografía de Boda en Venta la Xata: La historia de Sandra & Carlos
A veces, el amor empieza con un "ja està bé" en un grupo de WhatsApp.
A veces, el amor empieza con un "ja està bé" en un grupo de WhatsApp.
Este reportaje de boda es un ejemplo de nuestro trabajo como fotógrafos y videógrafos en Venta la Chata de el Poblet Catering Events. Puedes ver más bodas en este lugar en nuestra guía de bodas en Masías de Valencia
Encaramada en la carretera que une Altea y Calpe, con el murmullo del mar de fondo, Venta La Chata se convirtió en el escenario perfecto para un "sí, quiero" lleno de luz. A la una del mediodía del 15 de noviembre, un sol suave de otoño bañaba el acogedor jardín a doble altura, creando una atmósfera íntima y cálida que nos abrazó a todos. La ceremonia, oficiada con una calidez especial por Carmen Ales, no fue un simple trámite, sino un tapiz tejido con las voces de los amigos y familiares que mejor conocen a Sandra y a Carlos. Y qué curioso que un 15 de noviembre, hace siglos, se fundara una ciudad llamada Santa Fe. Porque lo que Sandra y Carlos hicieron ese día, rodeados de esas palabras que son hogar, fue precisamente eso: fundar su propio territorio, un lugar basado en la fe mutua, en la complicidad y en un amor que, como vimos, se celebra sin necesidad de artificios.
Aunque el tiempo en los preparativos de Sandra apremiaba y cada minuto contaba, la emoción era tan densa que se podía tocar. No había prisa en sus miradas. A todas les brillaban los ojos, no solo por la alegría, sino por la novedad. Estaban viviendo, por primera vez, un momento que hasta entonces solo pertenecía a las películas y a los sueños.
Los psicólogos lo llaman "el efecto de la novedad": la primera vez que vivimos un evento tan significativo a través de alguien cercano, nuestro cerebro lo graba a fuego, con una intensidad emocional que nunca se repite igual. No es solo la boda de tu amiga; es un ensayo general de tus propios sueños, un vistazo al futuro que de repente se siente real y cercano.Es un rito de paso no solo para la novia, sino para toda la tribu.
Hay historias que suenan a canción. La de Sandra y Carlos, celebrada el 15 de noviembre en Venta la Xata, es una de ellas. Suena a los acordes de Taylor Swift, a la rumba de La Fumiga y, sobre todo, a una melodía propia que empezaron a componer casi sin darse cuenta. Todo comenzó con un mensaje en un grupo de WhatsApp para un festival al que Carlos ni siquiera pensaba ir. Un simple "ja està bé" fue la primera nota. Y desde ahí, la canción no ha dejado de sonar.
Ese primer encuentro en persona, en el festival, tuvo algo de película. Horas buscándose, móviles sin batería y, de repente, la imagen que lo cambió todo. Sandra, a punto de rendirse, lo vio sentado en la zona de acampada. Y como ella misma confesó, "se le iluminaron los ojos". El primer beso llegó esa misma noche, bajo la lona de una tienda de campaña, con la emoción de los amores que empiezan sin miedo. Lo que siguió fue un mapa de carreteras entre Calpe y Real, fines de semana que se hacían cortos y la certeza de que la distancia no podía con ellos. Su manera de quererse se construyó en esos viajes, en la sorpresa de una primera cita organizada por amigos y en un viaje a PortAventura donde Carlos, por error, acabó subido al Hurakan Condor con "cara de '¿y por qué a mí estas cosas?'".
La ceremonia en Venta la Xata fue un reflejo de esa vida compartida: auténtica, familiar y llena de voces que importan. Primero, la de sus hermanas. Pilar, la de Carlos, nos dibujó al niño que fue, "puro nervio y parlaor", el que no callaba "ni bajo el agua" y que un día se pescó a sí mismo en el río. Y nos contó cómo Sandra, poco a poco, lo fue centrando. Nuria, la hermana de Sandra, habló con el orgullo de quien ha visto crecer a su referente. "Tú para mí siempre has sido mi referente", le dijo, recordando a la niña que se pasaba el día bailando, creando disfraces y soñando. Y en sus palabras, todos vimos a la mujer trabajadora y creativa que es hoy.
Los amigos, esa familia elegida, también tomaron la palabra. Antony, su amigo del alma, nos recordó que siempre han estado ahí el uno para el otro, en las buenas y en las que duelen. Y Óscar, el artífice de todo, el que los metió en el mismo chat, nos contó la historia desde el principio, desde su visión de "celestino". Cada discurso era una pieza del puzzle. El de su prima Ana María fue un viaje a la infancia, a las cartas de Navidad y a las guerras de zumbidos por Messenger, pero sobre todo fue una declaración de hermandad: "tú no eres solo mi prima, tú eres mi hermana".
Y entonces, llegaron sus votos, el corazón del día. Sandra, con una honestidad que nos desarmó, le prometió a Carlos seguir construyendo su historia juntos. "Quiero que me comas los bordes de pizza que dejo en el plato", le dijo, resumiendo en un gesto cotidiano todo un universo de complicidad. Le prometió seguir cantando en el coche, aunque fuera a un viaje al Mercadona, y no dejar de sorprenderle. Su promesa fue un canto a la vida imperfecta y maravillosa que han construido.
Carlos, por su parte, le agradeció haber llegado a su vida y haberle enseñado a ser mejor. "Me encanta todo de ti, pero destacaría tu creatividad y tu versatilidad. Todo se te da bien", afirmó, antes de prometerle ser su equipo, su refugio y su compañero. Su manera de quererse es esa, un equilibrio donde él es la calma y ella el impulso. La mejor fotografía de bodas y vídeo de bodas es la que sabe esperar a que ocurran estos momentos de verdad.
El ritual de la arena selló esa unión. Granos de dos recipientes distintos, mezclándose en uno solo, ya inseparables. Como sus vidas. Un gesto que simboliza que, a partir de ahora, cada vivencia, cada proyecto y cada sueño, será compartido. Fue la metáfora visual perfecta de un día que no iba de postureo, sino de raíces, de familia y de promesas dichas con el corazón. Para volver a este día en Venta la Xata siempre que lo necesiten, para escuchar de nuevo cada palabra y sentir cada abrazo, ahí quedarán para siempre las imágenes y el vídeo.
La noche fue para inaugurarlo por todo lo alto. Sandra y Carlos no querían una fiesta cualquiera; querían un "gran fiestón", y vaya si lo consiguieron. Bajo la luz vibrante y preciosa de la discomóvil de Sona, la noche ya prometía, pero entonces llegó el momento de la hora feliz. Los amigos, junto a los propios novios, desaparecieron un instante para volver disfrazados y de repente, irrumpió en la pista un titán de casi tres metros: un robot espectacular que se convirtió en el epicentro de la "Hora Loca". El artista detrás del robot trabajó sin descanso, con una entrega admirable para que la experiencia fuera inolvidable, generando fotografías y momentos épicos que quedarán para siempre como el reflejo de una celebración memorable, divertida y maravillosamente loca.
Un abrazo,
Israel — Va de Novias
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